continúa...generación de los 80`

Por Marcela Olivera

Ups, qué desafío me ha puesto la Caro Ruz. Estábamos recordando una reunión que tuvimos con las hijas en la que salió la época del colegio, en los 80, y wuaaaa! Qué experiencias tan distintas y parecidas. Nos dijimos: tenemos que escribir sobre esto; es un súper buen tema. Y bueno, la Caro ya se puso ha hacerlo y así me ha increpado pa` que siga, y aquí estoy tratando de hilvanar recuerdos e ideas.

Voy a empezar diciendo que más que de la generación de los 80, me siento de esa generación que quedó entremedio, mas jodida todavía. Porque nos quedamos con las ganas de cambio de los 80 y nos tocó vivir la Universidad en los `90, qué fomedad, qué desaliento, o putas la wea aburría.

Lo otro es que voy a escribir más desde la vivencia, porque me parece más cercano abordar así las emociones que esa época suscita. Es un riesgo si, porque lxs sociólogos no le pegamos –lamentablemente- mucho a la narrativa. Ojalá no se aburran tanto.

Hecha esa aclaración conceptual y de posicionamiento –jeje- comencemos. Habeeeeer, me parece buena idea repasemos los 80 en relación a los comentarios de las hijas, ese día salieron cosas súper buenas.

Las hijas de la tierra en los 80´

Wuaaaaaa a todas nos tocó vivir el colegio en esa época; algunas venimos de colegios públicos, otras de privados y de privados subvencionados (con subvención estatal, es decir, un pelín mas pijos que los públicos a secas, pero no tanto como los privados privados)

A pesar de estas diferencias de una u otra forma todas marcadas por la tacañería de la Mónica Madariaga como Ministra de Educación. Esa mujer tan distante de los ideales feministas. El ícono de la mujer exaltación de valores masculino agresivos y duros, de la sociedad patriarcal. La Margaret Tatcher chilensis.

Wuaaaa. Todas de un modo u otro sufrimos esa tacañería, esa mano dura, ese exceso de austeridad. Vimos y sufrimos cómo la educación se fue quedando con recursos imposibles de escasos. Vivimos el autoritarismo extremo. El cállese, el no hable, no opine, fórmese bien en la fila, póngase el uniforme, péinese bien el pelo, córtese el pelo, sea ordenado, no reclame, cállese. Inexplicable cómo sobrevivmos entre tanta norma.

Tuvimos que hacer los dibujitos del día del carabinero… bueno, aunque viéramos como varios se habían llevado de las casas para siempre a seres queridos o a conocidos.

Tuvimos que dibujar montones de retratos de Bernardo O`Higgins. Tuvimos que cantar el Himno Nacional alabando a los milicos. Se esperaba que escucháramos sin protestar, que el gobierno de Allende era inconstitucional, etc. Que los militares habían salvado al país. Y todo esto con profes que muchas veces tampoco tenían ganas de mentirte tanto, y les veías sufrir a los pobres con estas imposiciones. Por otro lado, era tanta la repre, que hasta los colegios religiosos solían ser los más irreverentes, con profesores más abiertos. Siga leyendo.

Mi vivencia en la básica:

Fui a la escuela de la localidad. Una escuela G (había a, b, c, d, e, f y g, según la categoría), en plena dictadura, cuando la educación pública chilena tenía recortados todos los presupuestos, realidad que era bien patente en los colegios rurales. Una generación que sin duda vivió lo precario de lo precario en el tema educativo y el ingreso de la municipalización de los colegios. El estado ya no era el responsable de las escuelas, ni los sueldos de los profes, ahora serían el lío de los municipios. Imaginen cómo quedó todo en los municipios pobres.

A pesar de los pesares, me gustó educarme en el campo, con olor a monte, a humo, sin toque de queda. O sea con más libertad de la que se vivía en el resto del país. Con pocas clases formales. La libertad que por regalo dieron las falencias en la educación formal compensaron.

Recuerdo, cuando bien chica, que en el campo llegaban útiles escolares de la Junta de Auxilio Escolar y Becas, JUNAEB creo que se llamaba, y te regalaban cuadernos, lápices, y una que otra cosa. Luego, en los 80, eso desapareció. Eso sí, la comunidad donde yo estudié, siempre estuvo, entre comillas, apitutada porque era muy de derechas, por lo que igual no le tocó lo peor y se construyeron unas salas nuevas; incluso dos salas y un comedor grande. Así que era una escuelita privilegiada porque tenía cuatro salas de clases y un comedor, separado de la cocina ¡y grande! Pero qué aburrimiento tener tan pocas clases y repetir tanto la materia, avanzando pocaso.

El liceo y la época de los sueños proscritos

Luego me fui al liceo del pueblo y ¡como flotaba en el aire el desaliento al pensar en el futuro laboral! Era algo increíble, casi se podía tocar ese desaliento. Qué sentido te hacía escuchar las letras del González, de Los Prisioneros. “Únanse al baile de los que sobran, nadie nos va a echar jamás, nadie nos quiso ayudar de verdad”. Y también el “….ya viene la fuerza, la voz de los 80`”, porque igual a pesar de los pesares uno creía que podía ser actor principal: “escucha el murmullo, algo se viene venir”, y nos aferrábamos a esa posibilidad: “deja la inercia de los 70´, abre los ojos ponte de pie”.

Y ahí estábamos: nos dijeron cuando chicos, jueguen a estudiar/ los hombres son hermanos y juntos deben trabajar/ oías los concejos, los ojos en el profesor había tanto sol sobre las cabezas/ y no fue tan verdad porque esos juegos terminaron para otros con laureles y futuros y dejaron a mis amigos pobres.
Únanse al baile, de los que sobran………
Heey conozco unos cuentos sobre el fututo/ heey, el tiempo en que los aprendí fue más seguro/……..

Igual plantándole cara a la dictadura, desde cada lugar donde nos tocó estar. Y a pesar de la sensación de falta de futuro, fuimos una generación a la que no le faltó responsabilidad social y civismo. Nadie nos podrá acusar de lo contrario, aunque los 90 nos dieran tan duro y nos dejaran paralizados casi. Y la gran pregunta ¿Cómo hicimos para no convertirnos en unos amargados y resentidos?

/….bajo los zapatos barro más cemento/ el futuro no es ninguno de los prometidos en los doce juegos/ a otros enseñaron secretos q a ti no/ a otros dieron de verdad esa cosa llamada educación/ ellos pedían esfuerzo ellos pedían dedicación/ y para qué, para terminar bailando y pateando piedras/
Heey conozco unos cuentos sobre el futuro/ heey, el tiempo en que los aprendí fue más seguro/……..

Rescato eso, que fuimos capaces de comprometernos sacando esperanzas de donde no las había. Pudimos ser soñadores, en un lugar donde los sueños llevaban más de una década proscritos.

El clima político

El espacio de encuentro, bajo la consigna “fuera pinochet!” fue un lugar de encuentro:

Para los de hijos de padres comprometidos, que casi los empujaron a luchar por la democracia.
Para los hijos de padres arrepentidos de su pasado de izquierdas, pero que igual ellos decidieron comprometerse en la lucha antidictadura.
Para los hijos de padres de derechas o momios y que igual se comprometieron por echar al tirano.
Los hijos de padres de izquierdas que tenían miedo de lo que pudiera pasar a sus hijos, pero igual ponían el hombro.
Para toda esa gente linda que pudo exiliarse y no lo hizo, y se quedó a luchar día a día.
Para los que salieron al exilio y volvieron a seguir intentando hacer algo.

Había toda una gama de gente que se entrelazaba bajo la consigna fuera Pinochet!. Y gran parte eran, o éramos, prácticamente niñxs, que tomaban en sus manos una tremenda responsabilidad. Las generaciones mayores o estaban muertas, o seriamente atemorizadas por lo pasado, por la repre. Nos criamos en un clima de miedo, pero la adolescencia se superpone a los miedos, es más fácil no ser tan consciente del peligro a esa edad. Ser más valiente.

Yo lo viví en un pueblo chico, en que los peligros, si bien igual los había, eran menos evidentes. Aunque en Lanco hubo degollamientos de dirigentes hasta el año 1987, y cuando se mató gente, no importó que tuvieran menos de 18. De hecho hubo asesinados de entre 14 y 16 años. Pero creo que igual era más fácil controlar los riesgos, que en una ciudad más grande. Era extraño si. Cuando ya te habías hecho la fama de ser de izquierdas la gente partidaria de la dictadura, sobre todo los que tenían la conciencia sucia con asesinatos de gente del mismo pueblo, se arrancaban de ti, te miraban como con susto. Todavía me pregunto porqué a mí. Que no tengo mucha pinta de peligrosa, con mi metro 63 y mis 50 kilos de peso, que en esa época deben haber sido como 47 o menos. Pelilarga, chascona y con pinta entre papelucho y osito cariñosito, pero debe haber sido la conciencia sucia no más. De ellos y de sus hijos, que igual sabían que sus padres algo malito tenían entre manos, y pensaban que cualquier persona con ideales libertarios era un absoluto terrorista, o bien alguien que podía querer hacer justicia.

Esas cosas sí que eran evidentes en un pueblo chico, porque era inevitable topártelos a cada rato y cruzar miradas. Ni qué decir cuando era el plebiscito o las primeras elecciones. Incluso gente que se suponía que te tenía buenas te negaba la cara. Era increíble.

Plebiscito y luego los 90, vistos y vividos por los ochenteros

En ese clima el plebiscito por el NO, cuánta esperanza de cambios, qué bellos días en un periodo tan corto, pero en que se soñó con intensidad; qué lindo fue tener esperanzas, para una generación que había sido criada en los “no sueños”. Y luego media bofetada en la cara al darte cuenta que te esforzaste y arriesgaste por nada. Que se siguió con el mismo modelito, que pasaban los años y ningún gobierno de la concertación tenía ganas de cambiarlo. Que la universidad la ibas a tener que pagar ¡y cara!, acogotada quizá cuántos años con el famoso fondo solidario. Y, sin embargo, los medios y la clase política vendiéndote una especie de orgullo por el “exitoso modelo”. Si incluso en un periodo de fervor neoliberal y chovinismo extremo se habló del jaguar chileno. Nadie cachaba (entendía) nada; si en Chile ni siquiera hay jaguares, ni menos se notaba una pizca de bonanza en los bolsillos de la gente común.

Los 90, la Universidad, el decaimiento de ver que no pasó nada de lo que soñaste, si incluso Pinochet siguió como Comandante y jefe. Creo que mi generación todavía no reacciona. Aún no somos capaces de asimilarlo, todavía estamos como pasmados. Muchos se terminaron integrando a algún partido de la Concertación, porque lo vieron como la única forma de gozar algunos privilegios, al menos tener pega (trabajo). Otros se desilusionaron de todo y se dedicaron a lo suyo no más, con la dignidad que podían. Los que estaban muy quemados tuvieron que autoexiliarse en algún otro país, donde al menos pudieran hacer una vida normal, lejos de la pesadilla neoliberal, apitutada chilena, y así…. tanto que decir. Esta sección va a dar para rato, porque hay más. En los noventa igual se hicieron cosas, también hubo otros compromisos; si lo que no se pudo hacer fue articular una demanda unificada y sólida. Fue una época de emergencia de movimientos asilados. El tema indígena, el medioambiental, el animalista, las mujeres, el movimiento lésbico, el gay, etc..

1 comentario:

Anónimo dijo...

Marcelita
Interesantes tus palabras. Felicitaciones por el portal y por las creaciones que en él se aprecian. Sobre esos años, apelando a la memoria infantil y pre-adolescente, aquel decenio puede ser sinónimo de la unidimensionalidad que se quiso (y al parecer se logró) para este país. Se debe reconocer que Chile se hizo famoso en el mundo por engrosar las filas de los grbiernos dictatoriales. Todo por lo que hoy se protesta nació en esos años. La Concertación no fue capaz de rectificar la privatización de la vida, como tampoco fue capaz de enjuiciar de verdad a Pinochet por los crímenes cometidos. Sólo surgió una nueva casta de apitutados y monopolizadores del poder político y económico con ninguna intención de dejar de serlo.

Un abrazo, Marcelo.